jueves, 18 de diciembre de 2008

¿Por y para qué seguir con la misma esfera de la educación en el siglo XXI?

Quizá lo primero sea entender ampliamente el significado de la Educación Ambiental. Estas dos palabras nos tienen reunidos aquí. De gran utilidad será, dedicarnos a explorarlas.

La educación, ¿qué es? Comenzaré considerando la educación como una condición sin la cual no existe lo humano. Una de las diferencias básicas de lo humano con respecto a lo ecosistémico, es la educación. El humano depende por completo de su proceso educativo. Esto ha sido así en cualquier época, tiempo y circunstancia. La fauna posee un componente de conocimiento genético, y por ende una raíz de su actuar, que no tiene el ser humano. No todo conocimiento de la fauna es genético, aunque sí una parte considerable. Lo importante consiste en que la estructura gnoseológica de la fauna es genética. Por el contrario, ningún conocimiento humano es genético y su estructura gnoseológica es cultural. Los humanos somos educación.

La Educación Formal, es decir el proceso institucionalizado del aprendizaje, no existe sola, no es un acto in vitro. Incluso la Educación Formal ha ido perdiendo paulatinamente, no a gusto sino a regañadientes, su preponderancia en los valores que adoptan los educandos. Cuando el educando aprende algo en la escuela o en la universidad, eso que aprende está mediado por múltiples conocimientos adquiridos en otros escenarios, como el hogar, los amigos, los medios de comunicación, etc. En muchos casos, el acompañamiento institucionalizado al proceso del aprendizaje está impedido por esta circunstancia. Es decir, por la dicotomía entre lo que el educando aprende en la Educación Formal y lo que aprende de otras fuentes. No se trata sólo de que los profesores enseñen sino, y prevalentemente, de que los educandos interioricen esos aprendizajes institucionalizados. Quizá la única alternativa real, seria y presente en la mesa de las opciones de esta época, sea la Educación Ambiental. No sólo la urgencia de la crisis ambiental, no sólo la certidumbre epistémico, sino, igualmente, la emoción que produce el retorno a la Tierra, son atributos que difícilmente acompañan a propuestas pedagógicas distintas a la ambiental. La coherencia del regreso a la Tierra asegura la fruición.

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