Con un enfoque histórico cultural, se aborda el desempeño profesional del maestro en la comunidad.
Se enfatiza en que para el desempeño exitoso de este trabajo pedagógico comunitario se deben ir poniendo de manifiesto en los modelos de actuación del día a día del maestro y las autoridades educacionales, el sistema de regularidades, tendencias, principio y leyes de carácter psicopedagógicas y sociológicas, sustentadas las mismas desde los presupuestos de las Ciencias Pedagógicas y afines.
Esta investigación revela cómo con el establecimiento de redes educativas formales e informales se van sistematizando los fundamentos de una metodología cubana para el trabajo comunitario, desde la escuela como centro rector, donde la figura del maestro, por sus competencias profesionales, es portadora de los cambios de sí misma, de su entorno y de las circunstancias que la rodean.
Desde la comunidad primitiva, el acto de enseñar y aprender, explícito o no, ha estado presente en la vida del hombre. La transmisión del conocimiento de una generación a otra ha generado un enorme desarrollo de la actividad educativa, cuya cosmovisión científica como proceso de enseñanza-aprendizaje tiene como sustento el sistema de las Ciencias de la Educación y las Ciencias Pedagógicas.
Entre los precursores del pensamiento pedagógico universal, Juan Amos Comenio, considerado padre de la Pedagogía Moderna nos ha legado su obra La Didáctica Magna (1640) contentiva de muchas de las ideas que hoy en contextos diferentes, se materializan, por su pertinencia social. Un ejemplo de esta vigencia es la existencia de la UNESCO, cuyo reconocido trabajo mundialmente no necesita comentarios.
Los nuevos desafíos que en el siglo XXI se constituyen en pilares de la educación[1]: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer, aprender a convivir juntos, aprender a emprender, constituyen puntos de partida en el uso por el maestro de diferentes métodos y estilos de trabajo, en correspondencia con su rol protagónico, en escenarios de actuación, tales como la escuela, la familia y la comunidad.
En las directrices aprobadas y trazadas en las Cumbres de los países iberoamericanos, en las Declaraciones de la UNESCO, a través de la Oficina Regional para la Educación de los países de América Latina y el Caribe, se enfatiza en destacar los nuevos roles de los sistemas educativos, cómo la escuela debe ampliar sus vínculos con la comunidad, la necesidad de que los estudiantes se formen como ciudadanos más plenos, que estén preparados para el diálogo y que se desarrollen en ellos valores propios de una comunidad democrática, equitativa y justa.
A tenor de estas reflexiones, ¿ que exige la sociedad en el Tercer Milenio?
Ante esta interrogante, la respuesta es obvia: la sociedad reclama un sujeto con habilidades para la convivencia por la paz, a partir de la vinculación entre el currículum escolar y los problemas, características y necesidades de la comunidad mundial. Esta problemática, ha sido abordada por investigadores en el ámbito internacional, desde una concepción de educación para la tolerancia, también llamada educación para la paz.
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