miércoles, 17 de diciembre de 2008

EL LENGUAJE, EL NIÑO Y LA ESCUELA

Mi opinión es que el niño se acostumbra a que la lengua hablada alude a su realidad física y a su realidad espiritual como marco obligado de la comunicación, y con ello llega a la escuela.
En sus primeros años, el niño se ve rodeado de estímulos icónicos que convocan en él pensamiento e imaginación. Al ver y oír lo que dicen los otros, va apreciando su comportamiento y relacionándolo con los modos de expresión.

En la etapa escolar, leer no suele ser una tarea alegre al principio, porque el maestro no se empeña en mostrarnos los contenidos, sino en instruirnos sobre las formas que hacen accesibles los contenidos (unos procesos totalmente inversos al que todos habíamos seguido en la casa para adquirir la lengua oral). Por ello, la realidad de la escritura no le resulta al niño tan gratificante, como fue descubrirse dueño de la lengua oral.

La escritura afirma y asegura en el tiempo al lenguaje. Aunque, a los muchachos no los convence la recomendación que se les suele dar cuando se muestran inquietos por sus fallas ortográficas y se les recomienda leer. Esta recomendación se les da, porque leer es un ejercicio de penetración y recreación, leer es volver a crear lo que ha sido creado por y para el lenguaje, leer es decodificar la totalidad del sentido.

La lectura es una operación que mueve todo el organismo intelectivo, todo el sistema lingüístico, toda la memoria de nuestra norma de hablantes.

En la juventud, el hombre descubre una dimensión extraordinaria de la palabra: su poder de sugerencia, su fuerza expresiva, el calor humano que la recubre y envuelve. La palabra ya no solamente dice, sino que conmueve.

Concluyo opinando que:
- Todo hablante es un creador lingüístico.
- El lenguaje nos descubre sensibles, humanos ante el ardor de un estímulo lingüístico.

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